Por los Monasterios riojanos: Nájera, Yuso, Suso y Valvanera.
Y la senda de las Cascadas en Villoslada de Cameros



Puente Del Pilar de 2010


Pese a los malos pronósticos meteorológicos que nos amenazaban con lluvias intensas, incluso con alerta amarilla por la zona a donde nos dirigíamos y fuertes vientos, teníamos tantas ganas de salir que preparamos nuestra auto y partimos el viernes día 8 de octubre después de comer con un tiempo espléndido, cielo azul y temperatura perfecta, hasta unos kilómetros después de la localidad de Aranda de Duero. Dimos un paseo entre pinos con Tula comprobando la sequedad del terreno y nos preparamos para dormir.

La lluvia comenzó alrededor de las 8 de la mañana y con ella partimos y recorrimos los kilómetros que nos separaban de Nájera. Durante el viaje pudimos comprobar algo asombrados, como el mal tiempo no disuadía a los peregrinos que hacían el camino de Santiago, que eran muchos, bien pertrechados contra la lluvia, aunque la temperatura seguía siendo estupenda. Unos 40 km antes de Burgos nos llamó la atención varios grupos de turismos que de forma intermitente permanecían en el arcén con las ruedas pinchadas y acompañados por la guardia civil. En total encontramos tres grupos distintos de unos 3 o 4 turismos que separados por unos 10 km aproximadamente presentaban algunas de sus ruedas pinchadas. Nos preocupamos y deseamos dejar la Nacional I en obras también por tramos, lo que conseguimos pronto.

Alrededor de las 12 de la mañana llegamos a Nájera y las señales hacia la zona monumental nos dirigieron a un gran aparcamiento junto al río. Al otro lado de éste se encontraba nuestro primer destino: el Monasterio de Santa María la Real, cuyo exterior tiene unos característicos contrafuertes cilíndricos. Accedimos a él a través de la puerta de Carlos I de España y V de Alemania que presenta su escudo policromado coronando la escalera Real y llamada así en agradecimiento a las ayudas recibidas para su construcción.

Accedimos por esta puerta al impresionante claustro de los caballeros cuyos arcos tienen unas tracerías, todas diferentes, que parecen bordadas y que alberga las tumbas de numerosas familias riojanas, navarras y vascas entre las que se encuentra la de Garcilaso de la Vega, muerto en la batalla de Najera en el siglo XIV y otra que me gustó especialmente ver la del rey navarro Sancho Garcés I, esposo de la reina Toda de Navarra, cuya tumba la encontré después en el monasterio de Suso, y que evocó recuerdos de la lectura de un apasionante libro que narra el viaje de la reina Toda, que a sus 82 años, decide acompañar a su nieto Sancho el Craso -rey de Leon, desposeido de su trono a causa de su obesidad y refugiado en Pamplona- a Córdoba donde Abderramán III le recomienda un sabio capaz de adelgazar a su nieto pero condicionado a que la cura se realice en Córdoba. El rey tiene que viajar en una torre de asalto ya que no cabe en ningún carro y es acompañado por parte de la corte. Libro entretenido, divertido y rigurosamente documentado del que recomiendo su lectura (El viaje de la Reina” de Angeles de Irisarri). Cuando se lee un libro del que disfrutas y que describe a un personaje, te hace sentir cercano a él y compañero durante su lectura de sus venturas y desventuras. Si ese personaje fue real, descubrir algún dato, hecho o lugar relacionado con él, te continua acercando hasta hacerlo casi familiar.


Pero regresando al claustro, observamos como la gran mayoría de las figuras que le decoran están decapitadas, fruto de la barbarie durante la Guerra de la Independencia y la desamortización de Mendizábal. Este lugar fue utilizado de cárcel, almacén, plazo de toros, teatro, cuartel, escuela….Por la puerta del arbol del bien y del mal se accede al jardín del claustro desde donde se tiene otra perspectiva de la belleza de este claustro.

Y accedimos a la iglesia, de un gótico tardío de tres naves. En un rincón una peregrina alemana entona un bellísimo y discreto canto gregoriano que termina dejándome con sabor a poco. Le digo a Angel que le voy a pedir que cante más y contesta con una retaila de afirmaciones, entre otras cosas, que si creía que era una maquinita a la que le podía echar monedas, o si era un espectáculo público, que la gente hacía lo que le apetecía y si no cantaba más sería porque no quería. Esto me hace desistir de mi intención inicial.


Al fondo se encuentra un panteón real que alberga las tumbas de 10 reyes y
reinas y una cueva donde según la leyenda el rey Don García en el 1044 encontró la imagen de la virgen y donde se venera la talla de una virgen gótica policromada del siglo XIII llamada virgen de la rosa.

En la iglesia de nuevo y a la izquierda del panteón, aparece la tapa del sepulcro de Blanca de Navarra, que murió a los 18 años de sobreparto y que está decorada con una gran riqueza simbólica y expresividad, siendo una joya del arte románico.

Finalizando ya nuestra visita oimos preguntar a alguien sobre la visita al coro –cerrado- y anuncian que en 20 minutos se realizará, así que esperamos y realmente mereció la pena.





Está en la parte superior y posterior de la iglesia. Realizada alrededor de 1493 dicen que es una obra maestra del gótico florido. En todos sus detalles se mezclan detalles religiosos con los profanos, retazos y personajes de la vida cotidiana, monstruos, rostros con infinidad de detalles e incluso de otras razas. Cada figura esculpida, cada detalle, es, además de hermoso, curioso.

Tras comprar unos dulces en la calle peatonal y comercial próxima a este monasterio, regresamos casi sin lluvia a la autocaravana poniendo rumbo a San Millán de la Cogolla, al Monasterio de Yuso en cuyo aparcamiento, muy bueno para la pernocta, comimos y descansamos, para atacar a las 15,30 en punto la visita a los monasterios de Yuso (abajo) y Suso (arriba).
Y menos mal que estuvimos justo a esa hora, porque visitar el monasterio de Suso es algo más complicado que el de Yuso ya que limitan el número de visitantes, deduzco que a las personas que caben en un pequeño microbús que une ambos monasterios. Aquí mis reflejos permitieron que compagináramos las dos ya que las entradas se sacan en ventanillas diferentes y rapidamente dejé a Angel frente a la que permitía la entrada a Yuso dirigiendome yo a la planta superior donde vendían las de Suso. Así, a las 15,45 comenzábamos la visita al monasterio de Yuso –que dura cerca de una hora- y a las 17,25 partía el microbús que va a Suso, siendo esta la ultima visita del día ya que a las 18.00 cerraba.

A la hora convenida se inicia la vista con guia junto a una vitrina donde se
encuentran las copias de las glosas emilianenses, donde hace alrededor de 1000 años un monje en un códice escrito en latín hace anotaciones al margen para comprender la gramática y aclarar significados. Pero estas anotaciones o “glosas” están realizadas en el habla del pueblo, en romance por lo que constituyen la primera página de la lengua castellana. Curiosamente, en otras páginas se recogen también anotaciones del mismo monje hechas en vascuence, por lo que se trata también del testimonio escrito más antiguo conservado de dicha lengua.


Seguimos por el claustro, al parecer inconcluso, para dirigirnos a la sacristía ya que la iglesia está cerrada por restauración. Y es una auténtica sorpresa por el color de los frescos que la adornan. Nunca ha necesitado restauración, lo que nos sorprende aún más, ya que el suelo, de alabastro, absorbe la humedad contribuyendo activamente a este perfecta conservación. Destacan las cajoneras de madera que recorren toda la sacristía así como unas pinturas sobre esta cajonería que están realizadas en cobre. Este monasterio sufrió también la visita de las tropas napoleónicas, y este lugar fue usado como establo para sus caballos.




De la sacristía pasamos al claustro superior donde dedicamos un breve espacio de tiempo al museo donde se encuentra la arqueta original del siglo XI donde se transportaron los restos de San Millan, decorada interiormente con telas arabes y revestida por el exterior con láminas de oro, plata, piedras preciosas y tarjetas de marfil, 24 en total que desaparecen al ser arrancadas por los soldados de Napoleón.






Y de aquí a un lugar especial donde inicialmente podemos admirar abiertos algún
libro de “bolsillo” pero donde la sorpresa aparece cuando se abren las puertas que conservan en su interior algunos de los 30 libros gigantes que pesan entre 40 y 60 kg, hechos a mano a lo largo de cuatro años de trabajo y en el que se utilizaron la piel (pergamino) de unas 2000 vacas. Es una de las cuatro colecciones completas de cantorales que se conservan en España.


Terminamos la visita en una capilla que contiene el relicario nuevo hecho en el pasado siglo con algunos de los marfiles originales románicos del XI.




Nos queda algo más de media hora para que nuestro autobús al monasterio de Suso parta, así que nos acercamos a sacar a Tula. El cielo permanece encapotado amenazando lluvia, pero la temperatura es estupenda.





A las 17,25 y tras llenar el microbús, partimos ascendiendo por la ladera de una montaña. Tan solo 5 minutos después estamos a los pies de Suso, o de arriba. Este monasterio está literalmente colgado de la ladera de una montaña y se tiene unas bonitas vistas del monasterio de Yuso o de abajo.





En el atrio de la entrada aparecen los sarcófagos que albergan los cuerpos decapitados de los siete infantes de Lara así como los de tres reinas navarras. Leo después que uno de ellos corresponde a la reina Toda de Navarra.

El acceso al monasterio se hace a través de un bonito arco de herradura que deja ver algo su hermoso interior. En la nave se pueden contemplar tres estiles distintos: visigótico, mozárabe y pre-románico, pero sobre todo predomina el mozárabe con unos bonitos arcos de herradura.


Su construcción fue iniciada a finales del VI alrededor del sepulcro del eremita Emiliano o Millan. A los largo de los siglos y hasta el XII
sufre ampliaciones, causa de los diferentes estilos que se observan.. Su importancia no es sólo artística y religiosa, sino que realmente las glosas Emilianenses fueron realizadas en este lugar, siendo por tanto la cuna exacta del castellano y del euskera. También, Gonzalo de Berceo, monje y primer poeta de nombre conocido en castellano, habitó aquí.



En el que fue su cenotafio se encuentra una estatua yacente del santo.


Aunque un cartel a la entrada prohibe hacer fotografías y esto es confirmado por el guía, éste desaparece del interior por lo que las cámaras comenzaron su trabajo y yo, no iba a ser menos, no solo por la sencilla belleza del lugar, sino por lo curioso de mostrar en tan poco espacio tres estilos tan puros y distintos en donde se puede además, observar su sucesión.



Una vez fuera preguntamos por la ruta de regreso a pie y pese a que las nubes seguían amenazadoras, decidimos descender andando comenzando en una ancha pista que discurre por un hermoso bosque, para luego dejarla y tomar a nuestra izquierda un serpenteante sendero que desciende hasta el monasterio de Yuso y el valle de Cárdenas entre un bosque de hayas y robles. Unos minutos antes de llegar comienza una fina lluvia.

Nos dirigimos ahora hacia el monasterio de Valvanera, lo que sería el cuarto monasterio en el día. Antes pensábamos desviarnos a algún pueblo del valle destacado por su arquitectura popular, pero esto nos haría entretenernos y llegar alrededor de las 20 horas al monasterio. Estábamos cansados por lo que decidimos poner rumbo al monasterio, parando, en todo caso en Anguiano, para ver las cuestas por las que descienden los famosos danzadores de los zancos. Pero el pueblo no parecía exteriormente atractivo, por lo que nos dirigimos directamente al monasterio, donde teníamos previsto cenar y pernoctar.


Una carretera de 6 km muere en este monasterio que aparece de pronto colgado de una verde y arbolada ladera. El lugar está en un entorno precioso. Aunque eran tan solo las 19,00 horas, el cielo cubierto y lluvioso, hace que la oscuridad reste belleza.


En una explanada a nuestra derecha, antes de entrar en una arcada que da acceso a lo que parece una especie de plaza, dejamos la autocaravana para acercarnos a la hospedería para confirmar que cenábamos en el restaurante del monasterio. Telefónicamente había preguntado por la posibilidad de pernoctar y además, de cenar. En principio no sirven cenas a los que no se alojan, pero como unicamente eramos dos personas y previo aviso, no hubo mayores problemas. Eso sí, nos citaron a las “ocho y media en punto”.

El monasterio, construido en piedra de arenisca roja que armoniza con el
entorno, parece que data del siglo XI, aunque a lo largo de los siglos ha sufrido modificaciones. Saqueado por las huestes de Napoleón, –parece que no dejaron “títere con cabeza” por la zona- abandonado durante la desamortización, los monjes regresaron a principios del XIX. Nos acercamos a visitar la iglesia donde se venera la imagen de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de La Rioja. El interior, de claro estilo gótico, guarda la talla de la virgen de estilo románico del siglo XII, que debido a la oscuridad no podemos contemplar bien, pero sí me acerco a una capilla lateral en la se oye a los monjes cantar y puedo disfrutar unos breves instantes de sus cánticos para salir inmediatamente a contarselo a Angel.
Mientras que descansábamos esperando la hora de la cena, disfrutamos de un silencio casi total. Tan solo oíamos a lo lejos la berrea de los ciervos, que parecían a estas horas muy activos. Angel comía pipas y varias veces me enfadé con él por no dejarme disfrutar del “sonido del silencio” y de los lejanos ruidos del bosque.

La cena, sencilla: acelgas con patatas, exquisitas, que todo hay que decirlo, y Angel una trucha escabechada y yo unas albóndigas. De postre un arroz con leche, muy bueno, aunque no es mi postre favorito. El precio…Angel dice que para ser un monasterio y darnos lo que nos dieron en un sencillo comedor, no podría ser calificado de barato,12 euros por persona. Regresamos a la autocaravana iluminándonos con una pequeña linterna, para no meter los pies en algún charco, ya que la oscuridad era total. Y rompió a llover lo que me impidió seguir escuchando el “silencio” y los lejanos berridos, aunque Angel se rió varias veces diciendo que a él le “berreaban” sus alumnos todos los días.

La mañana siguiente aparece con un impresionante sol y como el agua se había llevado
cualquier rastro de suciedad, la luminosidad del día era espectacular. Salí a que Tula diera un paseo. Algunos retazos de nubes descansaban sobre las laderas del barranco y el sol lo iluminaba y calentaba todo.¡Qué vistas más hermosas! No eran espectaculares, pero si sencillas y armoniosas.


Antes de abandonar el monasterio nos dirigimos de nuevo a su iglesia, y ahora podemos contemplarla mejor. Por unas escaleras que están a la izquierda del altar me asomo y subo hasta llegar al “camarín” donde se encuentra la talla de la virgen, una de las más antiguas de España. Se encuentra sentada y sujeta con la mano derecha las piernas del niño que a su vez está sentado sobre su regazo, y vuelve su rostro hacia el costado derecho, bendiciendo y mostrando un libro, mientras sus pies se giran en sentido opuesto. Parece ser que esta singular postura dota al conjunto de una gran peculiaridad y extrañeza.


Y disfrutando del espléndido día nos encaminamos hacia la sierra de la cebollera, en concreto a Villoslada de Cameros, a un lugar denominado la ermita de la virgen de lomos de Orios.


Dejamos atrás los bonitos pueblos de Viniegra de Abajo y Viniegra de Arriba, ambos, pero sobre todo el segundo, con una arquitectura popular muy bella, con casas de piedra de arenisca roja y calles empedradas enmarcadas en un entorno muy hermoso.Lástima que no nos pareciera facil aparcar para poder disfrutar de un lugar que parecía “puro”, sin contaminar por otro tipo de arquitectura más moderna.



La carretera, justa, se estrechaba peligrosamente en algunos tramos, pero ascendiendo el puerto de Montenegro, en su parte Riojana, se hace más ancha y mejora considerablemente el firme. Pero al pasar a la provincia de Soria, justo al coronar el puerto, nos volvemos a encontrar con mal firme y estrecheces. Dejamos atrás el bonito pueblo de Montenegro de Cameros, fundido con su entorno, para entrar de nuevo en La Rioja y llegar a Villoslada.



Frente a la desviación a la ermita (también señala un camping) hay un grupo de autocaravanas. Tomamos la estrecha carretera para, dejando atrás el camping y un área recreativa, llegar 9 km después a esta ermita de donde parten varias rutas, la nuestra, la de las cascadas.


Son cerca de las 12, hay muchos coches aparcados y el cielo se ha cubierto de amenazadoras nubes grises. Dejamos la autocaravana en un hueco, tomamos nuestros paraguas y otras protecciones frente a una posible lluvia y tomamos una pista ancha que sale a la derecha de la ermita y asciende suavemente hacia la majada de la disecada. Luego, las señales nos sacan de la pista para introducirnos en un sendero que desciende por la ladera de la montaña y se interna en un bosque de hayas, robles y acebos de los que nos sorprende su tamaño, muy considerable, además de su abundancia. Pasamos un grupo compuesto por varias familias con niños y seguimos descendiendo. Prefiero no pensar en que todo lo que ahora baje, tengo que subirlo después.

En algún momento determinado perdemos la senda pero conseguimos dar con un ancho camino que discurre a lo largo del río y que hacia arriba nos lleva a las cascadas.

Siempre los bosques de hayas han ejercido en mí una atracción especial y en otoño están mucho más hermosos, aunque aún no ha aparecido todo el abanico de colores con que el otoño los pinta y que van desde rojos intensos, pasando por ocres hasta distintos tonos de verde y varias gamas de amarillos. Todo un espectáculo que nos brinda esta estación y que aún, lamentablemente, no podemos disfrutar en toda su magnitud. Tan solo de algunos pocos colores de toda la gama que ofrece.
En poco más de una hora llegamos alas cascadas y decidimos regresar, y siguiendo el consejo de una familia, no tomar la primera desviación que en 2,6 km nos lleva de nuevo a la ermita, si no la segunda, que dice que es la recomendada por ser menos dura.

Así que la dejamos atrás para llegar al puente Ra, donde aparece otra señal, esta de
1,3 km, hasta la ermita. ¡Pero vaya que kilómetro!. En pronunciada pendiente que no deja de ascender hasta la misma ermita. Sinceramente: se me hizo dura, teniendo que parar un par de veces para recuperar el aliento y comencé a envidiar a los que habían dejado el coche un poco después del area recreativa y, aunque invirtiendo un poco más de tiempo (3 horas en lugar de 2), solo habían tenido que seguir un ancho camino paralelo al río que ascendía suavemente. Pero llegamos, cansados, pero lo conseguimos.

Tula, como siempre, parecía el “conejito duracell”, incansable, esperándonos pacientemente en nuestra lenta marcha ascendente, y arriba le dio por ladrar y perseguir a una hermosa vaca, pasando de nuestras reiteradas llamadas.

Siendo ya la hora de comer, decidimos bajar al area recreativa donde dimos cuenta de nuestra comida y descansamos un rato, tras lo cual, alrededor de las cuatro y media, comenzamos el regreso a casa por Soria, no sin antes realizar una parada en Medinacelli, para “ver el arco romano restaurado” pero realmente, para justificar la compra de unos deliciosos dulces de las monjitas, los preferidos por nosotros, unas almendras con chocolate que quitan el hipo y ponen unos cuantos gramos más a los kilos que ya de por sí me sobran.


Y sin volver a caer una gota de agua más, llegamos a las nueve de la noche a casa, dando por terminado nuestro breve recorrido por los monasterios riojanos, aunque nos quedó uno: el de Cañas.


Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, Octubre de 2010